Deseo
que seáis personas humildes, fervientes, amantes del bien del prójimo, que no
se asustan de los rumores de las
pasiones y tentaciones sino que conservan siempre el mismo orden de virtud,
tanto cuando están afligidos como cuando están tranquilos y son mimados
(1.10.04)
Mi
deseo fue siempre veros crecer a cada momento; y cuando por casualidad me parecía que no respondíais
completamente a mi ánimo como deseaba, era como si me clavaran un cuchillo en
el corazón (1.10.02)
Deseo
que no caigáis en la tibieza, sino que crezcáis continuamente; porque si por
casualidad os dejáis atrapar por la tibieza, seréis fariseos en vez de
cristianos espirituales (1.11.01)
Quisiera
y deseo –y sois capaces si lo queréis-
que lleguéis a ser grandes santos, a condición de que queráis aumentar y
devolver más bellas, aquellas cualidades y gracias al Crucifijo, de quien las
habéis recibido (1.11.06)
No
penséis que sea un mal pequeño el olvidarse o adormecerse respecto a las
intenciones de vuestros guías (1.07.04)
Desead
verme a mí y mi rostro siempre en los demás [superiores] (1.10.11)
Si
todos mis hijos tienen tan poco cuidado en contentarme, mejor sería no haberlos
engendrado, si después se comportaran de una manera degenerada (1.10.06)
Dulce
hijo en Cristo ¿por qué eres tan pusilánime y temeroso? ¿No sabes que nunca te
puedo abandonar? (1.08.01)
Si
estuvieras presente, no habría nada que me pudiese impedir abrazarte y hacerte
un montón de caricias (1.06.05)
Mirad
el afecto que os tengo, mirad cómo anhelo el deseo de vuestra perfección,
miradme el corazón que os lo muestro abierto. Estoy dispuesto a derramar mi sangre
por vosotros (1.11.08)
Que
Cristo haga realidad mi satisfacción en vosotros (1.10.16)
Ni
vosotros ni nosotros debemos enfadarnos por las preocupaciones que nos ocurren
y nos ocurrirán, porque es Él quien lleva la carga y no nosotros (1.03.13)
Que
no os ablanden las caricias, ni el ser alabados os embote el cerebro (1.07.10)
Juzgamos superfluo el castigar entre nosotros a aquellos
que no se dejan abrazar por el amor de la virtud y de Dios, porque no queremos
dar leyes de temor, sino de amor puro (3.14.01)